El primer paso es ponerse los tenis – Segunda parte

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Los dos principios básicos:

1. El adoptar un nuevo hábito exige, casi siempre, mayor esfuerzo al inicio.

Al principio habrá que armarse de voluntad y establecer una rutina. Es común que al empezar, ante el más mínimo –INSERTE AQUÍ EL PRETEXTO- (compromiso repentino, exceso de trabajo, signo de cansancio, condición climatológica, cambio de ánimo,  etc.) uno se diga a sí mismo “Hoy no voy, mejor mañana”.  Es por eso que, se debe respetar el espacio de tiempo que se haya decidido dedicar al entrenamiento y defenderlo cual si fuera tan importante como ir a la escuela o al trabajo.

2. La motivación sin un plan de acciones no es nada y se extingue rápidamente.

Para evitar que todo quede sólo en buenas intenciones es recomendable trazar un plan de entrenamiento o determinar los horarios y los días en los que se correrá. Es importante ser realista. También es interesante preguntarse a sí mismo la razón por la cual se está tomando la decisión de empezar a correr. Qué nos impulsa? El tener un hobbie, el des-estresarse, el mejorar la salud, el perder peso, etc. Es bastante positivo identificar los motivos para tenerlos siempre presentes, sobre todo en los momentos de debilidad.

Para correr lo único que hace falta es determinación…

A casi dos meses del 10Km Paris Centre, establecimos un planning con entrenamientos de 3 veces por semana que exigía: dormir temprano para levantarse a correr, reducir el consumo de alcohol y quesos, y en Francia: ça c’est dur!. La estoica decisión impactó “ligeramente” nuestra vida social (pero eso ya es harina de otro costal). Como lo he mencionado ya, el entrenar exige principalmente de constancia y fuerza de voluntad.

Debo confesar que al principio, mi cuerpo tenía algo así como una señal de alarma en cuanto detectaba haber cumplido con los reglamentarios “2Km” que solía hacer antes. Automáticamente después de pasada ésta recta, mi cuerpecito empezaba a indicarme «que ya no quería correr» a través de la fatiga, el pulso acelerado, el mal genio,  oponiendo resistencia. La primera vez que hice 4Km sin detenerme y en intervalos estaba furiosa y terminé regañando a Cookies quien la hace de mi Coach.

En un inicio me costaba trabajo salir a correr, pretextos nunca faltarán, pero debo decir que el hacer ejercicio en pareja ayuda a que, cuando alguno de los dos piensa en declinar, el otro la hace de contra-peso motivador.

Me gustaría mencionar que, pasadas 3 semanas de entrenamiento constante, comencé a sentir un compromiso con mi rutina personal de entrenamiento. Posteriormente, sola o acompañada, empecé a disfrutar el simple hecho de correr. Comencé a poner atención a mi respiración, a descubrir por dónde me gustaba más correr, a qué hora, qué tipo de música me estimulaba verdaderamente y he aquí lo fundamental: me di cuenta de que, cuando mi cuerpo estaba por alcanzar el umbral del cansancio de los 2 ô 5Km (cuando yo sentía que ya no podía más) bastaba sólo con continuar corriendo para sentirme mejor. Así es, el secreto está en NO detenerse. Uno puede reducir la velocidad y respirar más profundamente pero la clave es: NO PARES – SIGUE SIGUE- .

Faltaría decir que corrí el 10Km Paris Centre en 1h03 (y no lo terminé en «3 horas y caminando» como pensaba). Me divertí mucho, durante los entrenamientos y «el gran día». Nunca me imaginé que mi primera carrera sería un 10 Km (y mucho menos en Paris) pero creo que lo que esta experiencia prueba es que es posible lograr una meta si se trabaja duro en ella y sobre todo: cuando se disfruta el camino.

Pasada la carrera sigo entrenando, el desafío ahora es hacerlo pese al #frío, #lluvia, #viento, #invierno… pero la verdad es que desde que descubrí que soy una #runner no puedo parar y no voy a parar.

Meg

Cookies y yo

 

Amigos mexicanos en el 10Km Paris Centre


Con un nudo [francés] en la garganta

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Desde muy pequeña, en la familia se me apodó “Susanita” en referencia a la parlanchina amiguita de Mafalda, aquel personaje de Quino que adora expresar –todo- a detalle.  Siempre gustosa de escribir y hablar en público, nunca fue problema compartir mis ideas o sentimientos, hasta que llegué a Francia…

Durante los dos años y medio que llevo por aquí, no ha habido un solo día en que no confirme que una de las necesidades básicas del ser humano es: comunicarse.

Yo llegué como muchos, aprendiendo a hablar como lo hace un niño, con cursos intensivos del idioma durante meses. Y sólo quienes viven (o han vivido) en un país cuya lengua les es desconocida saben la victoria personal que puede representar el ir a la tienda de la esquina y que te entiendan… aunque de pasada te lleves una mueca de desprecio de la dependienta que te mira como si fueras un bicho raro emitiendo sonidos guturales incomprensibles. Lógico, tienes apenas un tiempo viviendo en un segundo o tercer idioma mientras que en la Unión Europea el 44% de los habitantes solamente habla uno.

Y bueno, hay que tener paciencia y humildad con aquellos que creen que, por no hablar el idioma como ellos, tuvieras algún retraso mental o fueras estúpido. Francamente no sabes si te enfrentas a personas defendiendo celosamente su idioma o a racistas que piensan que eres uno más de los extranjeros que vienen a invadir su país  porque –según ellos- no hay oportunidades en el tuyo.

Y aguantas, aunque te tropieces una y otra vez, lo peor que puedes hacer es quedarte callado y aislarte. Conforme pasa el tiempo tratas de sacar la casta, tienes tu orgullo y ya no te conformas con que te entiendan sino que buscas mejorar, aspiras a perfeccionarte porque quieres ser tomado en serio, integrarte y poder comunicarte como lo hacías en tu lengua.

Y así estoy yo, después de cursos intensivos de francés, de trabajar en un restaurante para mejorar la pronunciación, pasados algunos meses de estudios de la maestría…  actualmente me encuentro haciendo prácticas profesionales y me siento como ARIEL, “La Sirenita”. Cada día es un desafío extenuante tratando de mostrar mis capacidades pese a no poder hablar… como yo quisiera.

Meg