El camino de las nubes

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Con mucha frecuencia suelo olvidar cuanto disfrutaba de niña el estar tumbada con los ojos en el cielo para contemplar las nubes. Aun ahora me sigue gustando el contraste entre el azul límpido y el blanco vaporoso que las caracteriza.

Es un placer para mis sentidos el verlas desfilar, una por una, trayendo consigo nuevas y caprichosas formas de extensión desparramada.

Siempre me ha intrigado tocarlas, ¿serán suaves como morder un pedazo de mozarela fresco, chiclosas como un algodón de azúcar o airosas y delicadas como probar la crema chantilly?

Es paradójico que el mirarlas en lo alto me devuelva los pies a la tierra. Es increíble cómo el contemplar la inmensidad del cielo abierto me permita reconectar con mi interior.

Probablemente mis palabras no describan con la fidelidad de una cámara o la elegancia de un pincel lo que mis ojos ven este medio día. Sin embargo, lo importante es el saber que detenerme a contemplar las nubes me devuelve la paz y la vida.

Estoy de regreso, tal vez nunca me fui. :)

Meg