Nunca me han gustado las serpientes, ni las que se arrastran ni mucho menos las que andan en dos patas.
Escuché alguna vez que para perderle el miedo a algo hay que hacerlo, y aquí estoy yo, cual Salma Hayek en «Del crepúsculo al amanecer» con tal de perderle el miedo a estos viperinos animalitos… sólo les cuento que ¡sobreviví!