Por: @helenistica_
En una arena cruel y despiadada,
dos enormes monstruos se debaten con desdén.
Sobre arenas movedizas se libra la lucha descarnada
entre dos entes que compiten sin tocarse
en una batalla en la que pese a todo esfuerzo
no podrá ninguno campeón coronarse.
Como dos magos sobre el mismo escenario
tratando uno al otro superar,
con un desfile de artilugios
que ni el más ingenioso pudiese imaginar.
Como dos orquestas musicales en un duelo sonoro
llevándose a cabo al unísono absurdamente,
donde la melodía en ruido inaudible se convierte
no fluyendo armónicamente en la corriente.
Tan estúpido como dos changos peleando por una banana
sobre un árbol tupido de racimos…
Tan irrisorio como las manos tratando de contener entre ellas
un poco de agua a la orilla del mar…
Tan peligroso como irse hundiendo de a poco
en arenas movedizas por más rápido querer avanzar.
Tan ilógico como un par de flores compitiendo en belleza
cuando cada una de ellas es una creación única y naturalmente perfecta.
Y en esa cruenta lucha de los egos,
las gigantescas y abominables creaturas
resultaron no ser más que los miedos de dos pequeños niños
en una batalla de sombras en un muro de ilusión,
en el cual no hay nunca un ganador.