El mito de la inalcanzable feminista francesa

Para nadie es novedad que una de las consecuencias que trajo la Primera Guerra Mundial a los países europeos  fue que la mujer cambiara “el delantal por el martillo” es decir, que a causa de que los hombres se encontraban en el campo de batalla, las mujeres pasaran del hogar a formar la principal fuerza de trabajo en fábricas, hospitales y en el campo, incorporándose así a la vida productiva, obteniendo después y a base de mucho esfuerzo el derecho al voto.

Tengo que confesar que antes de llegar a Francia, me apasionaba la idea que yo tenía de la mujer francesa: una fémina liberada, independiente, que deja a edad temprana el nido familiar, que habita con la pareja sin necesidad de estar casada, que paga la cuenta cuando un chico la invita a salir, que es una fiera en el terreno laboral, que espera hasta los 30 años para ser madre… una mujer siguiendo los ideales de Simone de Beauvoir y Coco Chanel… así era como yo imaginaba a la francesa promedio antes de vivir aquí,  pero debo decir que la ilusión en ocasiones dista de la realidad, y han sido diversas experiencias las que me han hecho cuestionar los hábitos de aquellas que nacieron en la cuna del feminismo.

Aquí comparto algunas de las apreciaciones en las que he caído en cuenta a lo largo de un año:

–          Las jóvenes francesas dejan el hogar familiar en promedio a los 17 años para habitar en otra ciudad (o seguir en la misma) con el fin de continuar los estudios o simplemente para buscar su propio espacio.

–          Muchas de ellas viajan al extranjero durante su adolescencia. Viajar expande los horizontes.

–          Todas se quejan (en mayor o menor medida) y dicen sin tapujos lo que quieren (aunque esta es una característica general de hombres y mujeres franceses).

–          Aunque ocupen la misma posición dentro de la empresa muchas mujeres no perciben el mismo sueldo que los hombres (en general es menos).

–          Como en todos lados, hay mujeres que escalan dentro de las organizaciones no necesariamente gracias a sus “habilidades profesionales”.

–          Las francesas en general, no pagan la cuenta de su pareja, el acuerdo puede ser “mitad y mitad” o aceptan sin problemas que se les invite.

–          Son contados los caballeros que ceden un asiento o el pase a alguna mujer en el transporte público. No hacerlo es lo que muchos hombres franceses consideran como “ser equitativos” (no así con los sueldos).

–          Cuando muchas se casan, pareciera que la primera tarea a hacer en su lista es cambiar su apellido de soltera: “nom de jeune fille” por el del marido “nom d’épouse”, mismo que las acompañará durante todo lo que les resta de vida (o hasta que el divorcio diga lo contrario) perdiendo así una parte de su identidad. He observado con desilusión que la gran mayoría realiza ésta práctica y eso en lo personal me genera conflicto.

–          Dicho por una francesa: “Si al llegar a los 30 años no estás casada ni con novio esa no la principal preocupación… pero sí la es embarazarse debido a que el tiempo del reloj biológico se está acabando y hay mujeres que se embarcan con el primero a la vista” (comentario que expresó en relación a su hermana).

–          Las francesas inteligentes planean sus embarazos, es decir: buscan que sus últimos meses de lo que ellas denominan grossesse sean diciembre, enero o febrero para pasar su periodo de incapacidad congés en casa. Lo cual es excelente ya que buscan protegerse del frío .

–          Las que tienen hijos y trabajan organizan su tiempo libre para poder atenderlos pero tienen que auxiliarse de las guarderías pues “las abuelas” no están para cuidar nietos.

Revoluciones más, movimientos menos, asociaciones, con pantalón o con minifalda, viviendo en unión libre, pacs , en matrimonio o solas, con o sin  depilar, cocinando o comprando comida congelada… las mujeres en Francia son como cualquier mujer moderna -del mundo-. Me llena de orgullo constatar que las mujeres mexicanas estamos también en la misma vía de cambio y de preparación, aunque de repente haya alguna atolondrada que no toma en cuenta los progresos obtenidos tras años de lucha y anda poniéndonos en evidencia a todas.

Quisiera dejar claro que ser feminista no significa fumar como enajenadas o hacer topless en cualquier superficie que tenga arena (o que no tenga). Ser feminista no se reduce a tener múltiples compañeros sexuales ni “sentirse defensora del propio cuerpo” sólo por poder abortar.

En lo personal, no me gustan los términos –machista o feminista- pero sí CREO en el respeto y en la idea de que antes de ser hombres o mujeres somos seres humanos y tenemos el derecho a la libertad y a ser felices sin importar la cultura a la que pertenezcamos.

Meg


2 thoughts on “El mito de la inalcanzable feminista francesa

  1. Amiga! casi totalmente de acuerdo! ajaja porque a mi si me gusta que me inviten a cenar 😉 y no dejo de luchar contra los estereotipos masculinos que habitan mi mundoo (IT es de hombres blaahh) jijiji un abrazoteeeee
    ya sabes que te quiero mucho XD

  2. Justo acabo de ver un tweet que reforza uno de tus puntos, éste dice :

    «Le chauffeur de notre navette vient de m’appeler par le nom de famille de mon mec. Je surkiffe <3"

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