Compañeros de trayecto

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Inapercibidos pasan para muchos… cada uno absorto en lo suyo.

Con los ojos bien fijos en cualquier libro, que de sólo verles devorar dan ganas de leer también.

Caras largas o redondas, marcadas por el paso de los años o por el de la almohada.

Ojeras de más o de menos, confiesan sin engaños los excesos de una noche, una vida o de una mala jugada de la genética.

Unos van deslizando ágilmente los dedos sobre sus pantallas, como si sus veloces movimientos les fueran a permitir llegar más rapidamente a su destino.

Otros llevan la mirada bien fija en algún punto, y cual monjes tibetanos, permanecen inmunes a las distracciones del mundo exterior.

Yo tengo bien identificados a los míos : El hombre de corbata y cabello sujeto en una cola de caballo; la mujer de grandes dimensiones vestida siempre con ropa deportiva; la dama mayor cuya pulcritud en el vestir, pese a toda condición climatológica, me deja perpleja.

Desconozco si en una urbe tan grande como ésta, sólo yo presto atención a mis compañeros de trayecto e imagino las historias que les acompañan.

Me pregunto si ellos me reconocerán a mi también. Probablemente no me he enterado aún y tal vez, sólo tal vez, en el bajo mundo del metro parisino ya se me conoce como «Madame au sac à dos rosé festif».

Observador camino,

@helenistica


Que el operacional de la vida no disuelva tus ganas de vivir

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Imagen cortesía de ageheureux.centerblog.net

A veces, si no es que más seguido de lo que pensamos, la cotidianidad y la velocidad de la vida nos sobrepasan. Sin darnos cuenta quizás, pasamos  una gran parte de nuestro tiempo entre los pendientes, trayectos y las obligaciones diarias.

Sería maravilloso si existiera una señal de alerta que se activara al descubrirnos viviendo la vida en “piloto automático”. Y es que eso no es vivir, sino sólo ir pasando los días con la capacidad de soñar adormecida por la preocupación, el miedo o el realismo excesivo.

Alarma

No sé si forme parte de nuestra naturaleza como seres humanos, pero imagino que más de uno hemos cometido el error de pensar alguna vez que el mundo gira en torno a nuestras “grandes” pequeñeces… lo cual no puede ser más falso.

Muchos hablan acerca de no perder de vista la “big picture” pero nadie dice cómo hacerle.

Y justamente, para evitar que nuestra vida se reduzca a sólo una secuencia de días, para no dejar que la llama interior se nos apague… el secreto es no permitir que el operacional de la vida nos haga perder de vista nuestros sueños ni las actividades que disfrutamos verdaderamente hacer.

Esto es aplicable al ámbito profesional, de pareja y a la íntima relación que cada uno lleva consigo mismo.

Aquí comparto algunas de las actividades que, por experiencia, me están ayudando a no nublar mi visión general del panorama por estar demasiado enfocada en los detalles :

-Leer : De todo y en lugar de ver televisión. Leer permite conocer, llenar la cabeza de otros mundos, de otras ideas, es sin duda una manera de viajar y de aprender.

-Viajar : Cada vez que sea posible. Viajar permite descubrir y enfrentarse a nuevas experiencias. Dependiendo del tipo de turismo que guste a cada quién, viajar permite salir de la zona de confort, o al menos de la zona conocida.

-No tomarse las cosas (ni a uno mismo) demasiado en serio. En el más exquisito y distinguido español mexicano,  esto se llama “vale-madrismo”. En castellano se conoce como relativizar las situaciones :) .

-Descansar, hacer pausas : Algo que en lo personal me cuesta trabajo, pero que sigo tratando de llevar a cabo. Descansar es necesario, permite resetear el cerebro, ver con claridad. Hacer respiraciones profundas ayuda, sin embargo el descanso es necesario para poder seguir siendo productivos.

Algo que no hay que perder de vista, como lo he mencionado anteriormente, es identificar las actividades que nos causan placer. Pero no un placer efímero sino esos que alimentan el espíritu y permiten cargar las baterías para salir nuevamente al ruedo todos los días.

¿Y tú, cómo haces para que la rutina diaria no te consuma? Si tienes alguna recomendación, no dudes en compartirla a través de un comentario.

Luminoso camino,

@helenistica


Budapest a mis pies

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En una fría tarde de otoño con el Danubio bajo mis pies, me encuentro desde el Castillo de Buda contemplando la ciudad de Pest.

El puente de las cadenas une los corazones de dos majestuosas ciudades, mismas que han sabido guardar los secretos del tiempo en cada rincón de sus calles.

Sus construcciones reflejan destellos de un pasado que avergüenza pero del cual ha tratado aprender. En las aguas del Danubio se disuelven hasta los pensamientos más oscuros.

Las hojas amarillas de sus colinas me recuerdan que siempre se puede volver a renacer, gracias Budapest.

Esperanzador camino,

@helenistica